La principal ventaja que apreciamos en la
educación finlandesa es la propia sociedad en la que se sitúa. No alcanzamos a
comprender el porqué, pero es evidente que la solidaridad y la conciencia de
comunidad es algo importante en las sociedades nórdicas, especialmente en las
escandinavas. Quizá un clima adverso lleve a los humanos a apreciar la fuerza
de una sociedad cohesionada. De hecho, el último conflicto bélico interno que
registra Finlandia es su Guerra Civil, que duró desde el 27 de Enero
hasta el 15 de Mayo de 1918, al final de la cual ambos bandos, vencedores y
vencidos, empezaron a trabajar juntos haciendo diferentes concesiones para
reconstruir su país. Esto da una idea de la conciencia social y constructiva
del carácter finlandés. En cuanto a bienestar, apostaron rápido por una red
social fuerte y completa (avalada por elevados impuestos que revierten en los
ciudadanos), y cuando quisieron dejar de ser una economía agrícola y potenciar
la educación, solo tuvieron que proponérselo.
Si a esto añadimos una densidad de población
cinco veces inferior a la española, (y un PIB per cápita de unos $40.000 frente a los $29.000 per cápita de España), podemos entender
que un menor número de alumnos es siempre más manejable y dinámico. Quizá la
necesidad de un menor número de docentes permita también una elección más
exigente de los mismos, y esto unido a la ya mencionada conciencia de
constructores sociales, lleve a la docencia finlandesa a la excelencia.
Por otra parte, hemos oído en el reportaje que
en las aulas finesas existe un 40% de población inmigrante, en ese mismo
sistema público en el que todos querríamos vernos reflejados. Luego cabe
suponer que, teniendo en cuenta todas las consideraciones que haga falta, la
realidad es que con un profesorado bien preparado y respaldado (económica y
socialmente, por las familias y las administraciones), ante una densidad de
inmigración elevada, los resultados también pueden ser brillantes.
En esta clave se comprende cómo una gestión
educativa municipal es coherente con la trayectoria nacional, cómo una red
pública de escuelas generalizada es respetada y respaldada por la inmensa
mayoría de la población, cómo la educación en general, y los docentes en
particular, son autorizados y considerados como constructores de este
importante y valorado carácter nacional.
Quizá poco a poco esa conciencia social y
comunitaria presente en las sociedades nórdicas vaya calando en nuestra
conciencia colectiva, y quizá entonces estemos preparados para consensuar y
desarrollar un sistema educativo realmente justo, igualitario e inclusivo (LOE)
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